Un blog de Miguel Ángel López Molina                                                                                                                   miguel@ylogica.com  

 

La huella que dejas

"Suelo decir de forma irónica, que morir no es más que dar un  giro drástico a tu vida". Si de repente el telón se cierra sin haber completado la función, ¿qué huella desearías dejar al mundo que te sobrevive? Parece una tarea sencilla, pero ¿cuál sería la tuya? 

“Mi huella podría ser tres lecciones aprendidas”

La primera lección se alza desafiante en el campo de batalla de la vida: el esfuerzo. 

No busques en la vida a esa madre que te protege y te canta canciones de cuna. No, la vida es más bien un veterano de guerra, un Sargento de Hierro con la mirada de acero que te planta frente al espejo del “hazlo tu mismo” y te reta a que le sostengas la mirada.

En esta vida no se negocian favores, no se acumulan puntos por buen comportamiento, ni se heredan medallas al valor. Solo cuentas tú y tu voluntad contra el mundo. La vida no entiende de miedos ni de excusas. Así que, no tengas miedo de trabajar más duro que los demás, de sudar, de luchar. Porque al final del día, lo único que queda es lo que has construido con tus manos, con tu corazón, con tu alma.

La segunda lección se tiñe con los colores del dinero.

Sí, el dinero, ese papel pintado que gobierna el mundo con puño de hierro y guante de seda. El mismo que nos seduce con sus cantos de sirena, prometiéndonos el paraíso terrenal a cambio de un pedazo de nuestra alma. ¿Quién no ha sentido su dulce veneno correr por las venas, esa promesa de poder y gloria que nos hace olvidar quiénes somos?

Pero cuidado, querido amigo, porque el dinero es un amante caprichoso y voluble. Hoy te baña en oro y mañana te deja el bolsillo más vacío que la nevera de un parado. Te preguntas, ¿vale la pena vender el espíritu por un puñado de billetes? ¿Renunciar a la ética por un asiento en primera clase en el tren de la vida?

No te engañes, el dinero puede comprar el reloj, pero no el tiempo; puede comprar el libro, pero no la sabiduría; puede comprar el colchón, pero no el sueño. La verdadera riqueza no se mide en cifras en una cuenta bancaria, sino en la paz y tranquilidad de tu vida cuando pones la cabeza en la almohada.

Así que, mientras algunos se afanan en acumular fortunas, recuerda que el dinero más valioso es el que se gana sin perderse a uno mismo en el proceso. Porque, al final del camino, lo que verdaderamente tendrá valor será la fortuna de estar en paz contigo mismo y con tu conciencia.

Y finalmente, la tercera lección, la más trascendental de todas: la de priorizar lo verdaderamente importante.

En el crepúsculo de la vida, cuando las sombras se alarguen y los aplausos se desvanezcan, lo que realmente importará será lo que hayamos amado, lo que hayamos compartido, lo que hayamos vivido. No dejes que el estruendo del mundo te robe la melodía del corazón; no permitas que las distracciones te alejen de lo esencial: el amor, la amistad, la familia. Son estos los tesoros verdaderos, los que brillan con luz propia en la oscuridad de los días difíciles.

“Tres lecciones, tres verdades que he anotado en el libro de mi vida, esperando que, cuando yo ya no esté, resuenen en los corazones de aquellos que me sobrevivan”. 

Miguel Ángel López Molina

15/03/2024

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