Un blog de Miguel Ángel López Molina                                                                                                                   miguel@ylogica.com  

 

Castillo de Naipes

"Crecimos con la ilusión de ser los reyes del mambo, encaramados en la corona del Empire State a lomos del poderoso King Kong y con el mundo a nuestros pies. Pero, oh sorpresa, el mambo resultó ser un triste blues y nuestro particular Manhattan no era más que un castillo de naipes en una mesa coja".
Miguel A. López

Observamos a otros con un cierto desdén, nos jactamos de nuestra democracia y ésta se ha convertido en un teatro de marionetas, donde los hilos se enredan en los dedos de titiriteros con cuentas en Suiza. ¿Programas electorales? ¿Para qué? Mejor usarlos para avivar la chimenea en invierno. Vivimos en un país de Taifas, donde cada cual se proclama rey de su metro cuadrado y la unidad es tan solo un viejo chiste de borrachos trasnochados.

En esta tierra nuestra de sol perpetuo y fiestas sin fin, la cultura del esfuerzo es un mito que se cuenta a los niños para que duerman, y la ambición se ha reducido a elegir entre ser funcionario o influencer.

La juventud, esa generación que suponíamos iban a comerse el mundo, ahora se atraganta con las migajas de un sistema que les vende sueños en cuotas mensuales. El poder, mientras tanto, se relame pensando en la próximas elecciones, aplastando sueños como quien aplasta latas vacías.

Hubo un tiempo en que Europa nos cortejó con promesas de amor eterno, pero al final solo quería que le sirviéramos el café. Y luego está la famosa Agenda 2030, ese cuento de hadas moderno que nos promete la felicidad a cambio de no tener nada: “No tendrás nada y serás feliz” dicen. Nos quieren desposeídos, dóciles, sin más capital que la esperanza de un like. Sin herencia y sin raíces, solo quedará el político, sonriendo desde su trono de promesas vacías.

Dónde quedó ese país que nuestros padres levantaron con sudor y lágrimas? Una economía que ignora el valor del capital humano, una economía que solo se endeuda, está condenada a la decadencia.

No necesito una bola de cristal para ver el futuro; los signos están escritos en las banales paredes de las redes sociales. Nos deslizamos hacia el abismo, arrastrados por una sociedad que ha cambiado la ambición y la esperanza por la comodidad de la subvención.

Pero necesito creer que aún estamos a tiempo. Es hora de despertar, de sacudirnos el polvo de la complacencia y poner manos a la obra. Solo así podremos forjar un futuro que valga la pena, un futuro donde el esfuerzo y la solidaridad sean algo más que palabras en un viejo diccionario de la RAE.

El país que nuestros padres levantaron aún respira en cada uno de nosotros. La juventud, lejos de atragantarse con las migajas, puede ser la generación que transforme las sobras en un banquete de oportunidades. El poder no tiene porqué aplastar los sueños; debe ser el suelo firme sobre el cual se construyan.

Miguel Ángel López Molina

19/04/2024

 

 

© Derechos de autor. Todos los derechos reservados.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.